CUARTA SEMANA DE CUARESMA
16. Danos otra oportunidad
¡Danos,
Señor, otra oportunidad!,
otra
posibilidad de convertirnos,
otra
ocasión de empezar de nuevo.
Ya sé que
hay días en que tienes motivos
para
desesperar de nuestra tierra.
Hace ya
veinte siglos que tu Palabra se hizo carne:
¡veinte
siglos en los que no has dejado de gritamos:
«Convertíos
y creed la Buena Noticia»!
Y
nosotros seguimos agrediéndonos y haciéndonos sufrir mutuamente,
inventando
armas cada vez más perfectas para matarnos unos a otros,
explotando
las riquezas de la tierra sin ser capaces de compartirlas,
dejando
que millones de seres humanos mueran de hambre,
ignorando
la soledad de nuestro vecino...
Más de
veinte siglos llevas tú enviando a cada generación
profetas
que griten en nuestro desierto:
«¡Dad
frutos que den fe de vuestra conversión!».
Y nada
parece cambiar bajo el sol...
Sé muy
bien, Señor, que tendrías razones de sobra
para
impacientarte y montar en cólera...
Pero
escucha el clamor de tu Hijo Jesús,
la
oración de todos los santos, los de ayer y los de hoy,
que te
piden una nueva oportunidad para salvar a nuestra pobre tierra:
¡Padre,
tú que eres lento a la cólera y rico en amor,
ten
piedad de tu pueblo; sé paciente un año más!
15 marzo 16
17.-Hay
cruces como «de temporada»...
cruces de Adviento,
cruces de Cuaresma,
cruces de Semana Santa,
cruces de entierro y funeral,
cruces de ayuno y abstinencia,
cruces de ante-examen,
cruces de Casa de Ejercicios,
cruces de «Campaña en favor de...»,
cruces de...
No me fío mucho de esas cruces.
Oración
Señor, si
hay algo que tengo claro en mi vida,
es que
quiero seguirte.
Pero he
de reconocer
que
muchas veces el camino no es fácil:
Necesito
que me recuerden varias veces
durante
las cuatro semanas de Adviento que estás por llegar...
Necesito
que me ayuden a ser consciente
de que
seguirte implica pasar cuarenta días de desierto como tú hiciste...
Necesito que
me laven los pies, que me preparen un trozo de madera
con el
que parezca que estoy abrazando tu cruz,
necesito
música y fiesta para sentir la verdadera alegría de tu Resurrección...
Necesito
que me inviten “a no cenar” una noche
para
concienciarme de que muchos de tus hijos
siguen
muriendo de hambre...
Necesito
vivir un gran problema
para
darme cuenta de que un examen no es el fin del mundo...
Necesito
que hagan unas convivencias
para
poder hacer un hueco y encontrarme contigo...
Haz,
Señor, que todo esto
no se
convierta en cruces de desconfianza.
Que sea
capaz de esperarte
con mi
corazón y mis manos rebosantes de ESPERANZA,
que sea
capaz de salir a tu encuentro por mi mismo,
sin que
sea necesario que los demás me empujen a ello. Amén
18.- En la espera, Señor
Tantas veces, Señor, te hablo y te digo: “Aquí estoy”.
Tantas veces, Señor, soy el primero en salir al paso
cuando hablan de nosotros, los cristianos;
tantas veces, Señor, intento seguirte desde mis circunstancias…
Pero miro a mi alrededor y veo que algo falla
y pronto me desanimo; tardo poco en vencerme y en cubrir mi
rostro;
tardo poco en pensar que no soy capaz de cambiar nada,
y que mi trabajo, mi esfuerzo por mostrarte a los otros, es
escaso.
Quiero ser, Señor, como un niño, que mira con ilusión todo lo que
le rodea,
que arriesga por aquello en lo que cree,
que camina con confianza si alguien le tiende la mano
y que siempre, siempre, más o menos tiempo, sabe esperar.
Por eso, Señor:
en la espera, conviérteme a la vida;
en la espera, acaba con los límites que me desesperan;
en la espera, ayúdame a desbordar esperanza;
en la espera, Señor, quiero abrazar tu Cruz, esperanza de todos.
19.- Misericordia
La cuaresma nos invita a reflexionar sobre el bien que a todos nos
hace en la vida
un gesto
de misericordia, misericordia como actores o misericordia contemplada como
espectadores,
pero sólo con el tiempo te das cuenta de que son así las cosas… sostener
una mano,
escuchar a un amigo o a un enemigo, querer y dejarse querer... En el entierro
de un sacerdote
diocesano de Zamora escuché decir a una de sus catequistas: “gracias,
Félix,
siempre amigo de tus amigos y de tus enemigos”. Cuánta misericordia contenida
en tan
pocas palabras. Pero sólo con el tiempo te das cuenta de que las cosas son así.
La cuaresma
nos invita a reflexionar sobre nuestros sentimientos de misericordia tantas
veces
ocultada en nombre de la justicia, como si no tuviéramos derecho a sentir. La
cuaresma
nos invita a no apresurarla o forzarla, porque no podemos dar nada que no
tengamos
primero. Pero sólo con el tiempo te das cuenta de que así son las cosas.
Oración
Hoy, a la
puerta del colegio que hay al lado de casa he presenciado un encuentro. He
visto a
un niño que se reencontraba con sus padres. Venían de un largo viaje, venían de
adoptar a
un hermano para su hijo y al verlos soltó su cartera y se lanzó a su encuentro
sin
fijarse en las escaleras, sus padres soltaron sus abrigos e hicieron lo mismo
sin
importarles
nada… Así de libre quiero ir yo a tu encuentro, Dios mío, en esta cuaresma,
libre y
dispuesto para el abrazo de la más grande experiencia de la vida, para el
abrazo de
tu
misericordia. Se me encoge el corazón sólo de pensarlo y, sencillamente, sólo
puedo
decir que
eres lo más importante que me ha pasado en la vida. Amén
20.- Un sí como el de María
El sí de
María es:
UN SÍ
PERMANENTE: pues dijo sí
y nunca
se volvió a atrás.
UN SÍ
GOZOSO, dicho en positivo,
no
contrariado, ni angustiado.
UN SÍ
GRATUITO, pues nada pide a cambio.
UN SÍ
HUMILDE, no desde la autosuficiencia,
sino
desde la pequeñez y la pobreza.
UN SÍ
LIBRE, dicho desde la lucidez y el amor,
y no
desde el miedo o la imposición.
UN SÍ
RESPONSABLE, bien consciente,
bien
pensado y decidido,
aceptando
las consecuencias.
UN SÍ
CONFIADO, porque pone su fuerza en Dios.
UN SÍ
CREYENTE, fruto de la fe; un sí al misterio.
UN SÍ
ENAMORADO, como el de una novia,
porque
Dios es todo su amor.
UN SÍ
MATERNAL, con entrañas y anhelo de madre,
abierto a
la ternura y la misericordia.
UN SÍ DE
PLENITUD, porque no es el sí de una persona
sino el
sí de todas las personas:
el sí de
todos los pobres de Dios,
los que
sólo confían en Él,
los que
todo lo esperan de Él;
el sí de
todos los creyentes,
el sí de
todos los profetas que obedecen
y se
entregan y cantan al mundo nuevo,
el sí de
todos los mártires
que ponen
su vida en Dios hasta el fin.
UN SÍ
ENTREGADO, pues pone toda su vida en manos del Padre.
UN SÍ
REPARADOR, por todos los “noes” pronunciados,
por todas
las rupturas con Dios.
María,
ayúdanos a decir sí.